lunes, 18 de agosto de 2008

VAIMONES PROSTOXIVI (Arte: Dan Bros. Letras: Gus Ghaia)


¿Y dime; en donde están Eaco Minos y Radamanto?


Bajo el círculo erizado de la noche se representa la trama más sangrienta de todas. Oculto en las Siberias de la luz ataca quien depreda por su vida. Era de hambre y vacío. “Existencia”. Frío animal que acosa con tal sed; que la muerte se jacta perdida en las tinieblas: _Muerto? -pregunta mientras ríe alocada-. Ni siquiera las Nornas reconocen tu alma! Ya no hay humanidad en ti, triste hijo ignaro; eres rebaño oscuro de la crueldad legada. Ni en los campos Elíseos, ni en el Erebo; ahora es el Limbo tu morada infinita; y si alguien te mira inmortal cosa; podrá decir al verte: Vampiro! Vampiro! Embriagado en visiones, trató de alejar aquel recuerdo de su mente; ya en la ruta costera, se entregó a sensaciones mucho más agradables. Pensó en Camille; en el fino corte de su rostro. En cuánto la amaba... La noche del dolor y la idiota risa de la muerte ya no podían dañarlo; a pesar de estar malditos, la imaginó en el porche esperando a que él llegara. Una vida sencilla. Hijos. Un perro; y sobre todo el sol; el sol brillando en el jardín mientras ella lo besaba. Un cuarto para las doce; llegó a aquel edificio abandonado de la zona portuaria. Cruzó las rejas del portón. Un exótico aroma circundaba el lugar. Recorrió la explanada; observó el frente de la construcción con cierta minucia; situada sobre el arco de la puerta principal; una efigie de piedra. Seguro de que ya nadie lo seguía, se detuvo un instante y la contempló con innegable pena. El rostro enjuto. Las alas rotas. La cabeza inclinada hacia arriba como quien clama la divina piedad de los cielos. La contempló con innegable pena; como si aquella súplica vehemente que el ángel destruido elevaba a su señor fuera por él; y por la divina redención su alma maldita. Curioseó con los ojos el resto del recinto. Con las fuerzas menguando; trepó hasta el amplio ventanal del lado sur y lo trasvasó de un golpe; la abertura circular y los restos del cristal despedazado conformaban con aquella figura un oscuro y siniestro vitreaux. Por un segundo la penumbra reinante contrastó abiertamente con la espectral blancura de su piel; “ora pro nobis” alcanzó a balbucear mientras se santiguaba. Tenía miedo; el filo de la daga le había acetado el corazón y lo estaba destrozando por dentro, la consumía. A esta altura; tendidos los brazos en baga declaración de tristeza; la inercia atávica encadenaba los procesos mentales al pasado más que hermanarlos con el mismo. En el pecho, un agudo escozor se hacia sentir; en el estrecho espacio nada se definía; la perfección era ausencia, la ausencia soledad y así concatenados estados y emociones caían en vicios endebles; en anatómicos gimoteos de hiel que hacían trepidar los extremos a tal punto que los ojos henchidos de dolor no hacían más que ensangrentarle el rostro. Cuanto hubiera querido reflejarse en los espejos y ya no ser un esperpento de los hados. Cuanto hubiera querido entregarse a la luz y resolver su existencia en ese instante. En la mente era fácil. Un tris y salvar las ventanas; en la hojarasca seca ver perfilado el sino: la sangre en llamas. Esqueleto desnudo. Los huesos hechos polvo y en un solo segundo… Nada. Vacío, desolación; un tibio amanecer bañando las riberas del río. En la mente era fácil pero aun el alba estaba lejos; perdidos en la espesa negrura de la noche las vagas siluetas de los pescadores iban poblando las orillas y las rampas; las calles linderas; y cual sumiso pasaje de Carón; montaban las barcazas que los llevarían sin prisa hacia el crepúsculo. Frío y eléctrico, el faro iluminó el viejo escudo, la escalinata, el hall central. La sombra falleciente de la dulce Camille abrazando sin vida; el cuerpo de su amado…


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